La Isla Olvidada: Un Horror Inimaginable

Horror 14 to 20 years old 2000 to 5000 words Spanish

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El tenue resplandor de las pantallas iluminaba el rostro de la Dra. Sofía Mendoza, absorta en sus investigaciones en el laboratorio.
Un golpe resonó en la puerta, sacándola de su concentración. Un hombre de traje elegante aguardaba, emanando un aura de poder y misterio.
“¿Puedo ayudarle?”, preguntó Sofía, desconcertada por la inesperada visita de un rostro tan conocido.
“Dra. Mendoza, mi nombre es Javier Del Río. Necesito su experiencia… y su discreción”, respondió el millonario con voz grave.
Javier le relató un descubrimiento asombroso y aterrador: una isla desconocida, borrada de mapas y sistemas de navegación, pero detectable por radar.
En esa isla, encontraron lo impensable: zombis. La Dra. Mendoza se burló de la idea. “Imposible”, replicó con convicción.
“Los cadáveres no se reaniman. El cuerpo necesita oxígeno, la descomposición es inevitable. No hay virus ni magia que revierta la muerte así”.
Javier sacó una bolsa de lona pesada. La abrió lentamente, revelando una cabeza cercenada, putrefacta, pero aún retorciéndose en espasmos grotescos.
Sofía sintió un escalofrío recorrer su espina dorsal. “Eso… no puede ser”, murmuró, luchando por racionalizar lo que veía.
Su mente científica buscaba explicaciones racionales. ¿Espasmos post-mortem exagerados? ¿Alucinaciones inducidas por el estrés?
“Encontramos la isla durante un viaje en yate”, continuó Javier, impasible ante la incredulidad de Sofía.
“Diez hombres descendimos a la isla, armados, esperando peligros comunes. Jamás imaginamos… esto”.
La expedición se convirtió en una pesadilla. Criaturas lentas pero implacables los atacaron, desgarrando carne y propagando un horror desconocido.
Solo tres sobrevivieron al regreso al yate. Pero una de las abominaciones los siguió. Un marinero actuó rápido y decapito a la criatura en el momento en que estaba atacando a Javier
Con premura Sofía condujo la cabeza hacia el interior del laboratorio. Con precisión comenzó a cortar una fina pieza del cuello
“Esta cabeza… es la del zombi que logramos decapitar antes de zarpar”, concluyó Javier, la sombra del horror aún presente en su voz.
Sofía necesitaba respuestas. Procedió a realizar análisis exhaustivos, escaneando el tejido en busca de anomalías, buscando una explicación lógica al horror.
Los resultados la golpearon con la fuerza de un mazazo. Todo confirmaba lo imposible: la cabeza estaba muerta, pero activa. No era un montaje, no era una broma.
“Es… real”, pronunció Sofía con un hilo de voz, sintiendo el peso de una verdad que desafiaba todo lo que creía saber.
El millonario esperó pacientemente, su rostro pétreo revelaba una mezcla de miedo y determinación. Necesitaba entender, necesitaba una solución.
“Necesitamos saber qué es esto. De dónde viene. Y cómo detenerlo”, sentenció Javier Del Río, sabiendo que el destino del mundo podría depender de Sofía.
Un silencio sepulcral invadió el laboratorio, roto solo por el zumbido de las máquinas y el latido acelerado de dos corazones confrontados con un horror que trascendía la comprensión.
Las luces del laboratorio centellaban, haciendo que las máquinas y las extrañas criaturas marinas muertas se vieran aún más grotescas
¿Por qué le había contado todo a ella, cuando probablemente pensaba que era una loca? Porque creyó en la ciencia o porque nadie más iba a creer en su palabra?
Por más preguntas que aparecieran lo único que le quedaba era una cosa: una isla maldita y una cabeza aún con espasmos demostrando un apocalipsis inminente.